domingo, 24 de febrero de 2013

ROSARIO: Lo ejecutaron a balazos mientras esperaba la luz verde de un semáforo


Fisherton y el barrio 7 de Septiembre fueron escenarios de dos crímenes brutales entre la noche del viernes y la madrugada de ayer. Franco Nahuel Zalazar tenía 23 años y trabajaba en una metalúrgica. Le dispararon desde un auto que se estacionó a la par de su moto.
La Capital | 

Lo ejecutaron a balazos mientras esperaba la luz verde de un semáforo
Un muchacho de 23 años fue asesinado a mansalva la noche del viernes en el barrio de Fisherton cuando le dispararon desde un auto que paró junto a la moto en la que él estaba. Fue uno de los dos homicidios registrados entre los últimos minutos del viernes y las primeras horas de ayer en la zona oeste de la ciudad, uno a 25 cuadras del otro.
El primero de los hechos ocurrió a la 23.45 del viernes en la esquina de Colombres y Eva Perón. Allí Franco Nahuel Zalazar, quien vivía en el barrio 7 de Septiembre, esperaba al luz verde del semáforo a bordo de su moto. Entonces un auto se le puso a la par y un tirador lo ajustició por la espalda con una pistola calibre 9 milímetros. Lo dejaron tirado sin llevarle nada y junto a la moto que había comprado esta semana.
Cuarenta y cinco minutos más tarde, a una cuadra del domicilio de ese pibe, cinco muchachos charlaban junto a un paredón de calle Martínez de Estrada al 7700. La novia de uno de ellos, Leyla Alario, de 21 años, esperaba en un Renault 9 bordó. Entonces el grupo fue emboscado por tiradores que circulaban en dos motos y un Peugeot 206 gris. Los agresores dispararon indiscriminadamente y uno de esos balazos se metió en el auto e hirió de muerte a la joven. Otros cuatro muchachos, de entre 17 y 24 años, terminaron heridos (ver aparte).
En principio, a pesar de la cercanía geográfica y del corto lapso de tiempo que medió entre ambos ataques, los investigadores al mando del juez de Instrucción Hernán Postma prefirieron no conectar ambos hechos. Y, en ese sentido, resaltaron que lo único claro que aparece hasta el momento es que "se descarta la hipótesis de robo" como móvil de los crímenes.
Trabajador. "Era un pibe laburante, sano y de barrio. Pero se hacía respetar, no le tenía miedo a nadie y no le gustaba que lo tomaran de boludo. Era un pibe que paraba la olla de su casa con su trabajo en una metalúrgica. No sabemos qué pasó". Así pintó ayer a Franco Zalazar uno de sus allegados.
El muchacho, de 23 años, fue asesinado a sangre fría y por la espalda cuando esperaba en el semáforo de Colombres y Eva Perón (ex Córdoba), a dos cuadras de la seccional 17ª, en Fisherton. Estaba sobre su moto Honda Tornado cuando un Chevrolet Astra se le colocó a la par y desde adentro le dispararon al menos diez balazos. Siete de ellos lo alcanzaron en la espalda y el flanco derecho del abdomen. Franco murió en el lugar, a 25 cuadras de su casa del barrio 7 de Septiembre.
Zalazar vivió hasta la medianoche del viernes junto a su mamá y sus tres hermanos en uno de los edificios del barrio 7 de Septiembre, en inmediaciones de Schweitzer y Donado. Había trabajado en Cristalería de Cuyo y en General Motors, y hasta el viernes lo hizo en una metalúrgica de Granadero Baigorria.
A puro esfuerzo. La semana que pasó Franco había adquirido la Honda Tornado color blanca con asiento negro en la que circulaba cuando lo mataron. Era fanático de Rosario Central y llevaba un tatuaje en su cintura en honor a su club. "No era barra de Central, era hincha de Central. Iba con sus amigos a la cancha, a la tribuna baja que da a Regatas. Pero nunca le dieron una entrada de favor ni nada de eso. Todo se lo pagaba con su plata", explicó un vocero de la familia.
El viernes Franco gambeteó un par invitaciones para comer un asado e ir a la casa de amigos a guitarrear un rato. A las 23.45 iba hacia la casa de su novia, o tal vez a lo de uno de esos amigos. Lo cierto es que lo último que hizo fue esperar la luz verde de un semáforo.
La ferocidad del ataque, la mecánica del mismo y el incidente posterior ocurrido a sólo una cuadra de su casa, encendieron sospechas sobre su asesinato. A Zalazar lo mataron de siete balazos por la espalda en una esquina muy transitada y poblada de negocios. Cuando lo mataron, el único local que estaba abierto era una heladería que está justo frente a la escena del crimen.
"Se escucharon entre ocho y diez disparos. Había mucha gente caminando y varios se refugiaron en la heladería muertos de miedo. La gente hablaba de que le dispararon desde un Astra blanco", explicó un vecino de la zona.
El recuerdo. "Franco no tenía miedo de agarrarse a las piñas con cualquiera para hacerse respetar. Pero no sabemos qué pasó. Si tuvo algún altercado sin saberlo con algún pesado o si fue por alguna pelea de tránsito. Pero él, te aseguro, no andaba en nada raro", explicó un allegado a la familia.
Miguel Angel Rubulotta, tío de la víctima, posteó ayer en La Capital online: "Lo único que pido es respeto. Es mi sobrino. La moto la compró laburando y si tenía amenazas es porque la noche y la calle están picantes. Y no le gustaba que lo pasaran por arriba. Era un joven de 23 años. Hagamos memoria de cuando teníamos esa edad".
Emir Zanotti, un lector de la edición online del diario que también se identificó como familiar, escribió: "Era un pibe. Cuando yo tenía su edad las cosas se arreglaban a las trompadas. Hoy, por cualquier pelotudes te meten un tiro en la cabeza. La gente que te conoce acompaña tu dolor y el de tu familia. Una vida joven que quedó sin oportunidad. Cualquiera sea la causa, no es la justicia que queremos. Sabés que tengo hijos, tus sobrinos, pibes de 18 que se creen llevar el mundo por delante. Hay que acompañarlos constantemente, pero no es justo que le marquen la realidad con un tiro. Vivimos en una sociedad violenta y sin códigos. Estoy, como familia, acompañando este dolor".

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